martes, 4 de mayo de 2010

Lo natural en la contemporaneidad

En este texto estamos lejos de pensar que lo natural es en sí mismo. Sabemos que lo natural es una construcción humana, tan humana como lo artificial.
Sin embargo, podemos vislumbrar en nuestros ojos, en un día de sol de otoño, ese brisa cálida que nos deja el sol en la cara, disfrutarla y decir "qué lindo pega el sol". Esa ínfima conexión con lo natural, que ya no tiene que ver con las palabras, es lo que llamo experienciación. Podemos explicar científicamente cómo el sol da la luz pero no podemos describir exactamente ese momento. Ahí descubrimos que es sólo ese sentimiento unido a la experiencia lo que nos moviliza y que sólo podemos describirlo por aproximación, podemos morderlo pero nunca atraparlo.
Ese momento nos dice que las palabras están demasiado instrumentalizadas, tecnocratizadas. Que es necesario ausentar una parte para poder decir, decir desde la ausencia, como el aroma del tilo en primavera, que se siente profundamente por más que no veamos el árbol de donde procede.
Juan L. Ortiz, quizás uno de los poetas más raros que dió la literatura argentina, escribe:
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Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...
.
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito...
.
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...
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Más es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones
y los latidos
para el encuentro en los abismos... Mas tiene cargo de almas,
y es la comunicación,
el traspasado ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...
.
Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera, toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche
.
la interconexión ínfima e infinita entre todas las cosas es lo que demuestra este poema, una forma de percibir la naturaleza no desde los pensamientos como separados del cuerpo, sino desde el cuerpo como una forma de poner en práctica nuestros pensamientos, contradicciones y sentimientos (sentimientos tiene su raíz en sentir que nos lleva directamente a los cincos sentidos, al cuerpo). "Un cuerpo sin órganos" diría Artaud y repetiría Deleuze, que infinitamente se va construyendo a sí mismo y desarticulándose para conformarse nuevamente, conectado con el cosmos y, al mismo tiempo, mirando hacía el interior. Como si el cosmos en realidad fuese un reflejo de lo que nosotros somos, tememos, ansiamos,callamos... Como si la verdad de "allá afuera" sólo se encuentre adentro de nosotros, y viceversa. Esa verdad, ella, espera desnuda en el centro mismo de la noche.
Miguel Ángel Bustos nos responde:
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Afuera oigo la lluvia, adentro siento la lluvia. Mi cuerpo de barro se deshace.

1 comentario:

  1. ahhh!!!
    que lindo, que bellas son esas sensaciones,
    se me pasaron miles mientras leia el texto,
    sobre todo si son particulares!,
    como al pasar me llevo en un punto a Proust, no?

    me encanto mucho mucho!! sos un genio!

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